I. Nunca quise volverme tan sensible. Pero las joyas del yoga lo cambiaron todo.

Antes del yoga, era minimalista. Sin joyas, sin rituales. Creía en la simplicidad, el control y la productividad.
Pero la práctica me hizo algo extraño: me hizo sentir.

Empecé a notar lo sutil: la textura de mi respiración, la forma en que ciertos colores cambiaban mi estado de ánimo, cómo sentía una habitación antes de entrar. Mis sentidos se expandieron. Mi sistema nervioso se reconfiguró en favor de la percepción y no del rendimiento.

Y con ello, llegó el impulso de vestir de forma diferente.
No para expresar-sino para sintonizar.
No para los demás-sino para mi propio campo.

Fue entonces cuando dejé de llevar joyas por “estilo” y empecé a llevarlas como parte de mi autorregulación energética.


II. Las piedras preciosas no son un adorno. Son materia portadora de frecuencias.

El yoga me enseñó que soy más que un cuerpo: soy vibración frecuencia vibratoria de joyas.

Cada ser vivo, cada pensamiento, cada aliento emite una frecuencia. Esto incluye los materiales que coloco contra mi piel.
Las piedras preciosas tienen estructuras reticulares específicas y composiciones minerales que les permiten mantener y emitir resonancias electromagnéticas sutiles.

Cuando se llevan sobre puntos de pulso o zonas de chakra, no se quedan ahí.
Interactúan con la piel, el sistema nervioso y el campo áurico.

Esto no es misticismo. Es entrenamiento biomagnético.

Por ejemplo:

  • Garnet resuena alrededor de 380-420 THz. Es estabilizador y enraizante, perfecto para las mañanas ansiosas.
  • Lapislázuli, rico en lazurita y pirita, fortalece los centros de la garganta y el tercer ojo, ayudando a la claridad y la comunicación.
  • Amethyst, con su estructura rica en hierro, se ha asociado durante mucho tiempo con el sueño y el equilibrio neuronal debido a su frecuencia calmante.

Estas piedras se convierten en prótesis emocionales, silenciosos apoyos para lo que me falta en ese momento.


III. La psicología del color no es una elección estética. Es una Calibración Neurológica.

La mayoría de la gente elige el color de las joyas por lo que combina. Yo elijo por lo que regula.

En yoga, hablamos de las cinco koshas, las capas del ser. El color se refiere al manomaya kosha, la envoltura mental-emocional.

Las joyas de esmalte, en particular, permiten que el color suspenda en la luz. A diferencia del pigmento que se asienta en la superficie conciencia del color basada en los chakras, el esmalte une el color al metal a altas temperaturas. ¿El resultado? Un espejo viviente de luz. Cada tono afecta a mi fisiología:

Color del esmalteChakraCambio de humorMi caso práctico
Verde CeladónCorazónInduce a la calma, abre la empatíaDespués de un conflicto o de largas semanas
Añil oscuroTercer ojoAclara el pensamiento, calmaEn días de planificación estratégica
Naranja suaveSacroInvita a la calidez y la creatividadCuando me siento emocionalmente cerrado
Blanco mateCoronaBorra la estática, levanta el silencioDurante largos retiros de meditación

El cuerpo responde en segundos al color.
No es espiritual. Es diseño neurológico.


IV. Mi selección matutina es un ritual somático, no una decisión accesoria

La mayoría de la gente se viste de fuera a dentro. Yo he aprendido a vestirme de dentro a fuera.

Cada mañana, coloco mi mano sobre mi plexo solar y pregunto:

“¿Dónde está mi energía hoy? ¿Y qué podría apoyarla?”

Si me siento dispersa: Cojo un colgante de ágata roja, cerca de la clavícula: Coloco calcedonia azul en la garganta-un ancla para la claridad.
Si estoy navegando por el duelo: Envuelvo mi muñeca con agata musgosa, dejo que respire conmigo.

Así es como recupero el control, no desde el perfeccionismo, sino desde la percepción.

Mis joyas no completan mi look. Completa mi conciencia.


V. Limpio mis joyas como limpio mi alfombra: una práctica de respeto diario

En yoga, barremos nuestras esterillas, las doblamos, las colocamos con cuidado ritual de limpieza energética.
¿Por qué no hacer lo mismo con los objetos que transportan nuestras emociones?

No trato mis joyas de piedras preciosas o esmaltes como algo estático. Se absorben, especialmente durante el trabajo de respiración, las liberaciones emocionales profundas o después de guiar una clase.

Mi práctica semanal incluye:

  • Difuminación con sándalo tibetano
  • Dejar reposar las piezas sobre losas de selenita durante toda la noche.
  • Susurrando la intención en cada uno antes de usar-una palabra, una respiración

Igual que no meditaría con la mente acelerada, no llevaré una piedra nublada.

Esto no es superstición. Es higiene aúrica.


VI. Reflexión final: Sobre el tapete, mis joyas no brillan. Es un suelo.

Ahora, cuando doy clase, a veces los alumnos me preguntan qué llevo puesto. Me preguntan:

“¿Qué te hizo elegir esa piedra hoy?”

Y yo les digo:

“Porque esa es la parte de mí que necesito sostener”.

Mis joyas no son un disfraz. Es una calibración.
Es cómo encarno lo que el yoga enseña de verdad:

Para saber lo que eres.
Para sentir lo que necesitas.
Para elegir lo que te ayuda a volver al centro.